viernes, 5 de enero de 2007

1. Los "padres fundadores" de la microeconomía: Los marginalistas

A mediados del siglo XIX se vio aparecer en varios países de Europa una corriente de ideas que se proponía explicar el valor de los bienes a partir de la sicología individual, de la concepción “objetiva” del valor (construida sobre los costos de producción) se abandonó en beneficio de un enfoque “subjetivo” basado en el comportamiento del consumidor, determinado por sus “gustos” y sus recursos.

Los marginalistas ( partidarios de la ley de la utilidad marginal decreciente) van a emplear esta “ley” para explicar el valor de los bienes, apoyándose en la idea según la cual los individuos procuran obtener la mayor satisfacción posible, es decir tienen un comportamiento hedonista, y son racionales, o sea, actúan buscando tal objetivo.

La utilidad marginal decreciente, permite establecer una relación entre precio y cantidad demandada de un bien, de la cual la curva es la expresión gráfica, pero no es suficiente para la determinación del precio que va a establecerse “efectivamente”, lo mismo que la determinación de las cantidades compradas y vendidas a ése precio.

Por definición la función de producción asocia canastas de insumos con cantidades de productos que aquellos han posibilitado producir si hay cuenta de las técnicas disponibles. La “ley” de la utilidad marginal decreciente tiene una contrapartida en el ámbito de la producción. Es claro que la generalización de esta “ley” al caso del trabajo, las máquinas, las materias primas etc., se demoró mucho en ser incorporado a toda la economía, como si fuera más difícil de admitir que la utilidad marginal decreciente. Para el microeconomista tiene la ventaja, sobre la función de costos anteriormente hegemónica, de sólo estar relacionada con los aspectos técnicos de producción, considerados por lo demás como “datos de base”.

La actual microeconomía ha tomado forma progresivamente en los años treinta y cuarenta. Para dar un peso fundamental a la coherencia del discurso, la microeconomía ha concedido un lugar preponderante a las matemáticas, con el propósito de inferir “leyes” a partir de comportamientos maximizadores individuales y de sus interdependencias. Dos autores han jugado en esta perspectiva un papel fundamental: Hicks y Samuelson. También la microeconomía actual ha sido influenciada por toda una corriente de pensamiento que, frente a la gran crisis de los años treinta se preguntaba sobre la mejor manera de coordinar las acciones individuales, ya sea por el mercado, por la planificación o por una mezcla de los dos.

En la crisis de los años treinta, los problemas surgidos por la implementación de la planificación centralizada en la Unión Soviética, el papel acrecentado del Estado en las diversas esferas de la economía, han suscitado un debate importante en el período entre las dos guerras mundiales, sobre las formas de coordinación entre las actividades y las preferencias individuales. Tal debate versaba principalmente sobre el papel de los precios y giraba alrededor de la siguiente pregunta: entre todos los sistemas de precios posibles, ¿existe al menos uno para el cual las ofertas y demandas globales de cada bien sean iguales? Si existe, se dice que es de equilibrio o, para resaltar bien que hace referencia al conjunto de bienes de la economía se dice que es de equilibrio general.
En efecto, la cuestión de la existencia de equilibrios generales no era del todo nueva; así Walras resalto que si hay un precio por bien, las condiciones de equilibrio, es decir, igualdad entre ofertas y demandas, se traducirían en un sistema de ecuaciones con un número de incógnitas igual al número de ecuaciones. Walras no fue mas allá de esta constatación, ya que para él la existencia del equilibrio es clara, como el mundo que gira para el físico.

En cuanto a los otros marginalistas, como Marshall, adoptan esencialmente el procedimiento del equilibrio parcial, que sólo se interesa por las ofertas y demandas de un sólo bien, y que no considera las interdependencias de las preferencias individuales, al contrario de la teoría del equilibrio general.
En los años treinta Walras fue en cierta manera “redescubierto” y el asunto de la existencia de un equilibrio puesto otra vez al orden del día. Tal “redescubiriento” no fue hecho por los economistas “oficiales”, sino por personalidades independientes de la universidad, como Schlesinger, Wald o Cassel, la mayoría de los cuales vivían en Viena.

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